El aprendizaje de los nombres de nuevos colores produce un rápido incremento en la materia gris de la corteza cerebral en un cerebro adulto sano. Dicho con otras palabras, el cerebro humano adulto aún conservaría la capacidad de crecimiento que tiene el de un niño cuando se le expone a estímulos similares a los que tiene éste. El estudio fue realizado por un equipo de investigadores encabezado por Veronica Wok, de la Universidad de Honkg Kong (China). Las conclusiones aparecen en los Proceedings of National Academy of Sciences.
Los investigadores enseñaron a 19 voluntarios unas tarjetas coloreadas con dos tonos de verde y dos tonos de azul. Cada una de las cuatro tonalidades de color fue bautizada con un nombre inventado y sin ningún sentido, algo completamente nuevo para los probandos y no asociable con nada conocido. Se les pidió a los sujetos que aceptasen estos nombres como los descriptores reales para los cuatro colores y que los memorizasen, de tal manera que pudiesen responder con el nombre correcto cuando se les pidiese asociarlos unos días después. El condicionamiento se realizó durante tres días en un total de cinco sesiones que, en conjunto, sumaron menos de dos horas.
Tras el aprendizaje los voluntarios fueron sometidos a escáneres por resonancia magnética (MRI, por sus siglas en inglés). Los investigadores pudieron comprobar que se había formado nueva materia gris en el hemisferio derecho de los cerebros. No está claro si esta nueva materia gris está constituida por nuevas neuronas o son dendritas (ramificaciones) de las ya existentes. Investigaciones anteriores han demostrado que el cerebro puede crecer en períodos largos de tiempo pero, hasta ahora, se consideraba que el cerebro era incapaz de añadir materia gris en un tiempo tan corto.
Parece ser que la clave estaría en la diferenciación de nombres y en cómo los sujetos perciben los colores en función de los nombres que se les da (esta es una versión de la famosa hipótesis de Sapir-Whorf). A los voluntarios se les habría pedido algo que es mucho más complejo que simplemente memorizar unos nombres, se les habría solicitado un cambio de percepción. El hecho de que las áreas del cerebro en las que aumentó la materia gris sean conocidas como zonas en las que no sólo se procesan el color y la visión, sino también la percepción, respaldarían esta idea.
Como ha ocurrido en otras ocasiones memorables en la historia de la ciencia, el descubrimiento no es lo que los investigadores esperaban encontrar, ya que su idea era precisamente buscar pruebas de la hipótesis de Sapir-Whorf, esto es, si el mundo es percibido según la lengua que se hable. Si bien este resultado no resuelve definitivamente esta cuestión, si podría proporcionar vías por las que desarrollar mecanismos para ayudar a personas con dificultades de aprendizaje o, incluso, con daño cerebral.
Los investigadores enseñaron a 19 voluntarios unas tarjetas coloreadas con dos tonos de verde y dos tonos de azul. Cada una de las cuatro tonalidades de color fue bautizada con un nombre inventado y sin ningún sentido, algo completamente nuevo para los probandos y no asociable con nada conocido. Se les pidió a los sujetos que aceptasen estos nombres como los descriptores reales para los cuatro colores y que los memorizasen, de tal manera que pudiesen responder con el nombre correcto cuando se les pidiese asociarlos unos días después. El condicionamiento se realizó durante tres días en un total de cinco sesiones que, en conjunto, sumaron menos de dos horas.
Tras el aprendizaje los voluntarios fueron sometidos a escáneres por resonancia magnética (MRI, por sus siglas en inglés). Los investigadores pudieron comprobar que se había formado nueva materia gris en el hemisferio derecho de los cerebros. No está claro si esta nueva materia gris está constituida por nuevas neuronas o son dendritas (ramificaciones) de las ya existentes. Investigaciones anteriores han demostrado que el cerebro puede crecer en períodos largos de tiempo pero, hasta ahora, se consideraba que el cerebro era incapaz de añadir materia gris en un tiempo tan corto.
Parece ser que la clave estaría en la diferenciación de nombres y en cómo los sujetos perciben los colores en función de los nombres que se les da (esta es una versión de la famosa hipótesis de Sapir-Whorf). A los voluntarios se les habría pedido algo que es mucho más complejo que simplemente memorizar unos nombres, se les habría solicitado un cambio de percepción. El hecho de que las áreas del cerebro en las que aumentó la materia gris sean conocidas como zonas en las que no sólo se procesan el color y la visión, sino también la percepción, respaldarían esta idea.
Como ha ocurrido en otras ocasiones memorables en la historia de la ciencia, el descubrimiento no es lo que los investigadores esperaban encontrar, ya que su idea era precisamente buscar pruebas de la hipótesis de Sapir-Whorf, esto es, si el mundo es percibido según la lengua que se hable. Si bien este resultado no resuelve definitivamente esta cuestión, si podría proporcionar vías por las que desarrollar mecanismos para ayudar a personas con dificultades de aprendizaje o, incluso, con daño cerebral.
Referencia:
Fuente : Experientia Doc.
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