lunes, 7 de febrero de 2011

El lujo de unos padres intrascendentes.



¿Hasta qué punto influyen las decisiones de los padres en el desarrollo intelectual de los hijos? La mayoría de los padres cree que incluso los actos más triviales en lo que respecta a sus pequeños, desde la elección de guardería a la permisividad o no con los videojuegos, influye profundamente en su éxito futuro. Los niños, desde esta perspectiva, serían como arcilla húmeda y los padres serían alfareros.

Y sin embargo en los tests que miden una variedad de rasgos, desde la inteligencia al autocontrol, la influencia del ambiente familiar se revela como mucho menor que la que tienen los genes o los grupos de amigos y compañeros. Los padres podemos seguir pensando que somos alfareros, pero el hecho cierto es que, desde este punto de vista, nuestra arcilla estaría prácticamente seca.

Un nuevo artículo publicado en Psychological Science sugiere que ambas metáforas (arcilla húmeda, arcilla seca) pueden ser ciertas. Cada caso particular, cada niño, se aproximaría a una u otra dependiendo del estatus socioeconómico de la familia.

El equipo encabezado por Elliot Tucker-Drob, de la Universidad de Texas en Austin (EE.UU.), estudió 750 pares de gemelos univitelinos (gemelos auténticos) y bivitelinos (mellizos) a los que se sometió a una prueba de capacidad intelectual (la versión corta del Bailey) cuando contaban con 10 meses de edad y de nuevo cuando cumplieron los 2 años. Estudiando las diferencias en los resultados entre los hermanos gemelos y los mellizos, los investigadores pudieron extraer conclusiones sobre la importancia de factores como la genética y el ambiente familiar. Dado que las parejas de hermanos provenían de todo el espectro socioeconómico también fue posible comprobar la influencia del estatus familiar en el desempeño.

En lo que respecta a la capacidad mental a los 10 meses de edad, el ambiente familiar era la variable crítica, independientemente del estatus socioeconómico. Pero los resultados de los niños de 2 años eran muy diferentes. En los niños de las familias más pobres las elecciones que hacían los padres aún se dejaban notar. De hecho, los investigadores estiman que el ambiente familiar representaba aproximadamente el 80% de la varianza individual en la capacidad mental entre los niños de 2 años: el efecto de la genética era despreciable.

El patrón opuesto aparecía en los niños de 2 años de las familias de mayor estatus socioeconómico. Para estos niños, era la genética la responsable principal de las diferencias en el rendimiento, representando cerca del 50% de toda la variación en capacidad mental ( a esta conclusión se llega porque los hermanos gemelos idénticos obtienen resultados mucho más similares que los mellizos). El ambiente familiar aparecía en un alejado segundo lugar. Para los padres la correlación parece clara: conforme aumenta el estatus socioeconómico las elecciones de los adultos juegan un papel mucho menor a la hora de determinar la capacidad mental de sus hijos.

Los niños criados en hogares de estatus socioeconómico alto disfrutan de todo aquello que el dinero puede comprar, desde juguetes interactivos a un mayor vocabulario de sus padres, pasando por una habitación acogedora y estimulante. Si bien los padres pueden discutir y preocuparse por detalles, si este juego es mejor que aquel o este papel para la pared es mejor que aquel otro, el hecho cierto es que estos detalles resultan ser mayormente insignificantes pues están sujetos a la ley de los rendimientos decrecientes. Es decir, llega un momento a partir del cual un aumento en el nivel socioeconómico produce incrementos marginales en el rendimiento del niño cada vez menores y, al desaparecer la varianza que causa el ambiente, lo que queda es la varianza genética.

Estos resultados indican que las desigualdades en el desarrollo se asientan a una edad tremendamente temprana, de tal manera que la capacidad mental de los niños de 2 años puede ser profundamente afectada por el estatus socioeconómico de sus padres. Como resultado, su potencial genético no puede alcanzarse completamente.

Muchos estudios anteriores han puesto de manifiesto la importancia de mejorar los ambientes en la edad temprana de los niños pobres. En algunas áreas se han realizado esfuerzos por mejorar la educación preescolar, esa que empieza a los 3 años. Pero este estudio sugiere que las intervenciones han de comenzar incluso antes, actuando sobre los padres. Hay que enseñar a ser padres.
La eliminación de estas desigualdades en los primeros años de vida crearía simplemente otro tipo de desigualdad, la derivada de la genética. Pero un mundo así sería uno en el que los niños podrían alcanzar su potencial intelectual, sin restricciones derivadas de los errores o el empobrecimiento de los padres. El mayor lujo que les podemos dar a nuestros hijos es, por tanto, llegar a ser un padre completamente intrascendente.

Referencia:

Tucker-Drob, E., Rhemtulla, M., Harden, K., Turkheimer, E., & Fask, D. (2010). Emergence of a Gene x Socioeconomic Status Interaction on Infant Mental Ability Between 10 Months and 2 Years Psychological Science, 22 (1), 125-133 DOI: 10.1177/0956797610392926

Fuente :Experientia D.


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